sábado, 29 de marzo de 2014

el paisaje arqueológico: Montaña de Horgazales

la importancia del paisaje, su observación y análisis es transcendental para comprender la complejidad social en la isla de Gran Canaria. Sus producciones alteran el paisaje desde un principio. Gracias a unas primeras prácticas de observación y captación del territorio podemos llegar a divisar la gran riqueza y variabilidad de las manifestaciones arqueológicas en el espacio. Se comprenden grandes evidencias a lo largo de toda la isla, pudiendo localizar divergentes puntos. Como ejemplo podemos citar el Valle de Agaete, que a lo largo de su camino se concentran distintas explotaciones, evidencias y manifestaciones arqueológicas, ya sean aborígenes o europeas.
Como un punto clave donde detenernos en el paisaje, podemos anclarnos en la Montaña de Horgazales, en la Aldea de San Nicolás. Montaña situada en el extremo naciente del macizo de Güigüi y próximo al barranco de Tocodomán.  Las mismas crónicas ya nos hablan de la importancia de este paisaje en lo referente a su  vinculación con la sociedad aborigen.

Esta montaña junto con su hermana la Montaña del Cedro son reconocidas como relieves herederas de un gran volcán que dio pie a la isla. Todo ello da lugar a una gran característica red de barrancos radiales como Güigüi grande y el chico, Vallehermoso y las barranqueras del margen izquierdo del Valle Tocodomán. Esta dispone de 1.065 metros de cota junto a su hermana gemela de 1.006 metros, las dos separadas por el desfiladero “Paso del Morro del Pino”. La relevancia que encontraron los aborígenes en ellas recae en su formación geológica, esto ya nos da una pista del propio reconocimiento del hábitat que realizan las primeras sociedades de la isla.

Ante la escasez de material lítico y el aumento de la demanda de este, el ingenio se agudiza y se centran en la localización/explotación de esta montaña rica en obsidiana (vidrio volcánico). Con este material se obtenían las famosas “lascas”  (utillaje lítico) con la que cortar/raspar vestidos y carne (todo aquello relacionado con sus quehaceres diarios), naciendo de ellas cuchillos, lanzas y cabezas de flecha.  Por consecuencia a la sistemática explotación de esta montaña hoy vemos una transformación clara del paisaje, todo a manos del hombre. Donde a simple vista puntuamos alrededor de una treintena de estrechas galerías artificiales usadas para la extracción de la obsidiana; caracterizamos una auténtica obra arquitectónica, donde la mayor parte de las galerías están acondicionadas para un trabajo de extracción seguro, edificando paredes en su interior para evitar derrumbes. (Aunque no podemos descartar posibles fallecimientos por accidentes laborales ante algún derrumbe). También se han localizado tres acumulaciones de piedra, tres fondos de cabañas o abrigo de planta circular, dos túmulos funerarios, seis construcciones de planta circular secundarias, dos torretas unidas por muros, resaltando la importancia que ataña este territorio paisajístico.

Comprendemos que con este gran esfuerzo físico, social y económico la sociedad aborigen de Gran Canaria ya estaba en un nivel elevado de desarrollo y conocimiento del territorio insular, logrando captar este nuevo material lítico. Ya que en un principio la mayor explotación venía del basalto, con el que se realizaban los “picos” para la excavación y extracción de las vetas.



toda la información obtenida del estudio realizado por Ernesto Martín Rodríguez, Amelia Rodríguez Rodríguez, Javier Velasco Vázquez, Verónica Alberto Barroso y Jacob Morales Mateo. "Montaña de Horgazales: un centro de producción de obsidiana, un lugar para la reproducción social". Revista Tabona nº 10, 2001, págs. 127-166




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