la importancia del paisaje, su
observación y análisis es transcendental para comprender la complejidad social
en la isla de Gran Canaria. Sus producciones alteran el paisaje desde un principio.
Gracias a unas primeras prácticas de observación y captación del territorio
podemos llegar a divisar la gran riqueza y variabilidad de las manifestaciones
arqueológicas en el espacio. Se comprenden grandes evidencias a lo largo de
toda la isla, pudiendo localizar divergentes puntos. Como ejemplo podemos citar
el Valle de Agaete, que a lo largo de su camino se concentran distintas
explotaciones, evidencias y manifestaciones arqueológicas, ya sean aborígenes o
europeas.
Como un punto clave donde
detenernos en el paisaje, podemos anclarnos en la Montaña de Horgazales, en la
Aldea de San Nicolás. Montaña situada en el extremo naciente del macizo de
Güigüi y próximo al barranco de Tocodomán.
Las mismas crónicas ya nos hablan de la importancia de este paisaje en lo
referente a su vinculación con la
sociedad aborigen.
Esta montaña junto con su hermana
la Montaña del Cedro son reconocidas como relieves herederas de un gran volcán
que dio pie a la isla. Todo ello da lugar a una gran característica red de
barrancos radiales como Güigüi grande y el chico, Vallehermoso y las
barranqueras del margen izquierdo del Valle Tocodomán. Esta dispone de 1.065
metros de cota junto a su hermana gemela de 1.006 metros, las dos separadas por
el desfiladero “Paso del Morro del Pino”.
La relevancia que encontraron los aborígenes en ellas recae en su formación
geológica, esto ya nos da una pista del propio reconocimiento del hábitat que
realizan las primeras sociedades de la isla.
Ante la escasez de material lítico
y el aumento de la demanda de este, el ingenio se agudiza y se centran en la localización/explotación
de esta montaña rica en obsidiana (vidrio volcánico). Con este material se
obtenían las famosas “lascas” (utillaje
lítico) con la que cortar/raspar vestidos y carne (todo aquello relacionado con
sus quehaceres diarios), naciendo de ellas cuchillos, lanzas y cabezas de
flecha. Por consecuencia a la
sistemática explotación de esta montaña hoy vemos una transformación clara del
paisaje, todo a manos del hombre. Donde a simple vista puntuamos alrededor de
una treintena de estrechas galerías artificiales usadas para la extracción de
la obsidiana; caracterizamos una auténtica obra arquitectónica, donde la mayor
parte de las galerías están acondicionadas para un trabajo de extracción
seguro, edificando paredes en su interior para evitar derrumbes. (Aunque no
podemos descartar posibles fallecimientos por accidentes laborales ante algún derrumbe).
También se han localizado tres acumulaciones de piedra, tres fondos de cabañas
o abrigo de planta circular, dos túmulos funerarios, seis construcciones de
planta circular secundarias, dos torretas unidas por muros, resaltando la
importancia que ataña este territorio paisajístico.
Comprendemos que con este gran
esfuerzo físico, social y económico la sociedad aborigen de Gran Canaria ya
estaba en un nivel elevado de desarrollo y conocimiento del territorio insular,
logrando captar este nuevo material lítico. Ya que en un principio la mayor
explotación venía del basalto, con el que se realizaban los “picos” para la
excavación y extracción de las vetas.
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